Platero y yo
Reseña
Platero y yo es un libro que ha formado parte de muchas bibliotecas de casas particulares, tanto infantiles como adultas. Es imposible saber cuántos niños lo habrán leído realmente, ni cuántos adultos lo han llegado a entreabrir con miedo de terminar entendiéndolo. Pero todos reconocemos su encanto poético de un brío casi alucinatorio y aquella silueta pequeña, gris y peluda del burro Platero. Las flores, los campos, el calendario cíclico de un pueblo, el sol andaluz. Las ancianas, los gitanos, los panaderos, la mirada inagotable de un pensamiento que se atreve a ir a buscar la vida y confía en que la palabra puede transformar la existencia y hacerla mejor.
Su autor, Juan Ramón Jiménez (1881-1958), el genio de la lírica española moderna así como una figura de gran influencia y magisterio, alertaba sobre los peligros de fijar el sentido de la realidad, y le aterrorizaban aquellas personas que se aferraban a las palabras para construirse una posición más fuerte. Palabras como tribuna y como jaula: eso era a lo que la poesía debía mantenerse radicalmente insurgente si quería conservar su capacidad de expresar la vida que la anima.
Por ello este libro ensaya ir hasta el límite de lo que se deja decir, para empezar a decirlo de otra manera. La técnica nos resulta tan cierta como una canción que no sabemos de dónde recordamos. Una canción que celebra a menudo las cosas hermosas y grandes, también las humildes, que devuelve, enriquecida, la confianza en la potencia poética de la literatura, y que declara que la resuelta y cuerda amistad con los animales y con el mundo no humano -con sus realidades encantadoras y luminosas, pero también con sus desazones- nos hace libres.
Toda una lección de lo que a filósofos, moralistas y pensadores críticos les cuesta tanto decir, en unas cuantas y elegantes páginas.