El hombre del cubo y el prisionero

En un barrio de la Ciudad de México, en las ventanas de un hotel abandonado, sombras extrañas se van multiplicando sigilosamente. Partiendo de una frase de Santo Tomás de Aquino: “Nada puede entender el hombre sin las imágenes”, en esta novela las sombras tienen un lugar predominante: su presencia conecta a los personajes con los intrincados laberintos de la conciencia, la oscuridad de los placeres y la pérdida de la identidad.