El hombre que amó a Matilde Urbach
Reseña
¿Acaso la escritura sólo existe si hay libro?; lno es, como atisbamos en la Epopeya de Gilgamesh, que en el fracaso de un plan de inmortalidad que se escabulle (por ejemplo, la obra literaria), hay también un legado?
Clara Anette Benengalli, vía la fábula traductora de Rafael Antúnez, testimonia que hay grandeza en los proyectos creativos y su frustración, gracias a las atenciones de un tercero que los documenta como lo que son: un espejismo. Porque algunos existen o dejan de existir en la escritura. Si aparecen en la portada de un libro como autores, existen. Si figuran al interior de un volumen como sujetos de estudio, son ficción.
La dupla autora/traductor torna así a Borges con El hombre que amó a Matilde Urbach en una ficción propia del universo cervantino, soñada por un personaje que sólo existe en la memoria de un narrador, con la materia prima más patética que tuvo en vida el autor argentino: su biografia amorosa. Borges, según la interpretación de Antúnez de este manuscrito hallado en Xalapa, resulta un canal apropiado para verificar al fracaso como condición irremediable, al recordarnos que, por lo general, el amor es entregar todo lo que uno posee a una persona que no lo necesita.