Cruce de caminos

Para Juan García Ponce (Mérida, Yucatán, 1932) el ensayo fue una forma de creación tan personal como la ficción o la poesía; parte de la íntima certeza de que escribir sobre el arte y la vida son actividades que comparten la misma esencia: un lugar de encuentros y contradicciones, de obsesiones y conflictos. A fin de cuentas para García Ponce la pasión fue la fuerza dominante de la naturaleza humana. En estos ensayos escribe sobre los creadores que más lo han conmovido (en su sentido amplio de hacer temblar y alterar los cimientos profundos del alma): Pablo Picasso, Max Ernst, Vincent van Gogh, August Strindberg, Herman Hesse, Henry Miller, Malcolm Lowry, Octavio Paz, Jorge Luis Borges, Cesare Pavese, Thomas Mann. Novelista del erotismo, de la autobiografía cifrada, de los ritos, de las complicidades espirituales, García Ponce ha ido hasta los extremos: la escritura de una novela que él mismo califica de pornográfica, Inmaculada o los placeres de la inocencia, y la escritura de una extensísima obra, Crónica de la intervención, en la que posiblemente quiso cifrar el destino de su generación y los signos de su tiempo, en un anhelo no confeso de escalar su propia montaña mágica.